QÚE ES LA MUSICOTERAPIA EN EDUCACIÓN ESPECIAL
Lo que intenta la musicoterapia es abordar la discapacidad, no como un problema, sino
como una capacidad diferente. Por ejemplo, un terapeuta ocupacional se encargará de las
Actividades de la Vida Diaria (AVD), como lavarse los dientes, vestirse o comer solo. El
logopeda tratará de ayudarle en la correcta pronunciación de las palabras, así como su
entonación. El fisioterapeuta lo ayudará físicamente en aquella parte del cuerpo que
requiera atención. El musicoterapeuta va a trabajar sobre los aspectos lúdicos
relacionados con el mundo emocional que más tarde derivarán en el complemento de los
objetivos de otras áreas haciendo un abordaje interdisciplinario. Así pues, la actividad
lúdica es el medio más productivo y placentero para la implementación del trabajo del
musicoterapeuta que, por supuesto, se tendrá que planificar según la edad y los intereses
particulares y/o del grupo de terapia. Lo lúdico simboliza lo placentero y, por lo tanto, el
musicoterapeuta trabaja sobre las posibilidades del paciente para que desarrolle su propio
deseo y pueda desplegarlo en el placer que genera hacer o escuchar música.
La musicoterapia se comienza a utilizar cada vez más en centros de educación especial,
por sus efectos positivos, produciendo relajación o acción, según los casos, y creando
una atmósfera de alegría y confianza. La música enriquece la vida y proporciona un
conjunto estructurado en el que intervienen aspectos y componentes sensoriales,
motores, emocionales y sociales. Como indica Lacárcel,
“la estructura de la música es un fiel reflejo de la estructura y el orden que reina en el mundo y que
debe encontrarse en el ser humano, pero no sólo en el sentido intelectual del término, sino también
desde una perspectiva de sensibilidad y, en muchos momentos, de expresión incluso irracional”
(Lacárcel, 1990: 10).
En musicoterapia podríamos también relacionar las diferentes técnicas y clasificación de
actividades, según la predominancia de uno u otro componente, ya que no se dan por
separados totalmente, sino que están relacionados en mayor o menor proporción y se
pueden presentar aislada o simultáneamente.
Siguiendo el esquema de ritmo, melodía y armonía, se tratarán de realizar las
actividades adecuadas en cada caso, pero éstas no sólo tendrán como objetivo la
recuperación, sino también el reforzamiento de la autoestima y la personalidad, la
socialización, la integración del esquema corporal, aprendizajes correctos de lectoescritura
y conceptos fundamentales. La música abre canales de comunicación
insospechados. Sólo hay que probar y observar los resultados.
En cuanto al tipo de sesiones, éstas pueden ser individuales o grupales, teniendo en
cuenta que si son grupales, lo ideal es que los componentes del grupo tengan cierta
afinidad (edad y diagnóstico similar, preferentemente), aunque también en la diversidad
se pueden conseguir adelantos, precisamente por la diferencia y la complementariedad,
de la que todos aprendemos y nos enriquecemos.
Objetivos
Hay que distinguir entre educación musical especial y musicoterapia en educación
especial. Esta primera está en el límite entre la educación musical y la musicoterapia,
debido a que sus objetivos están más dentro de la enseñanza que de la terapéutica. Aquí
el aprendizaje musical es un fin más que un medio para un fin. Además, la relación que se
da entre alumno y profesor no tiene un trasfondo terapéutico, como sucede en
musicoterapia, en donde el aprendizaje musical es secundario a los objetivos académicos
y la música se hace importante, precisamente, porque está ligada a estos objetivos de
algún modo.
Tanto si las sesiones de musicoterapia se lleven a cabo individual o grupalmente, los
objetivos de la musicoterapia en educación especial son casi siempre individualizados
para acomodarse a las necesidades únicas de cada alumno. El rol del musicoterapeuta en
un encuadre educativo se podría definir como un terapeuta que resuelve problemas
individuales que merman las posibilidades del alumno y colabora en su resolución. Sería
el valor “funcional” de la musicoterapia, según Jellison (citado en Bruscia, 1997: 90): “el
valor “funcional” de la Musicoterapia es la adquisición de esas destrezas no musicales y
musicales que ayudarán al alumno a hacerse más independiente y menos minusválido en
los diversos entornos de la vida”.
La musicoterapeuta argentina Susana Dancyker enumera 10 objetivos generales sobre el
trabajo de musicoterapia, en general, y rehabilitación de discapacidad motora, en
particular (Federico, 2007: 64-65): 1) la búsqueda de modos de vinculación; 2) la
expresión de sus sentimientos y sus emociones; 3) el contenido sonoro de su mundo
interno; 4) la facilitación de la conducta de relación; 5) la capacidad del ser humano de
disfrute y goce; 6) la representación simbólica; 7) el estímulo a la respuesta física; 8) la
pertenencia cultural y social; y 10) incrementar la creatividad.
También la musicoterapeuta Lacárcel (1990) realiza un exhaustivo listado de objetivos
que intentaremos resumir aquí: como objetivos generales habla de mejorar la afectividad,
la conducta, la perceptivomotricidad, la personalidad y la comunicación, así como mejorar
las funciones psicofisiológicas: 1) ritmo respiratorio y cardíaco (la música actúa sobre el
sistema neuromuscular); 2) desarrollo psicomotor (coordinación motriz y oculo-motriz,
equilibrio, marcha, lateralidad, tonicidad, etc.); 3) integración y desarrollo del esquema
corporal, desarrollo sensorial y perceptivo (sensibilización a las vibraciones sonoras,
percepción de elementos y parámetros musicales, creación de reflejos, dinamismo, etc.);
4) desarrollo por la discriminación auditiva (despertar el interés por los ruidos, sonidos e
instrumentos); 5) adquisición de destrezas y medios de expresión (corporales,
instrumentales, gráficos, espaciales, melódicos, etc.); 6) desarrollo de la locución y de la
expresión oral mediante la articulación, vocalización, acentuación, control de la voz,
expresión, coordinación entre el pensamiento y la palabra, control de la respiración,
desarrollo de la expresión oral, etc.; y 7) dotar de unas vivencias musicales
enriquecedoras que estimulen su actividad psíquica, física y emocional.
Igualmente enumera objetivos específicos como: 1) la sensibilazación a los valores
estéticos de la música y sensibilización afectiva y emocional; 2) un acercamiento al
mundo sonoro, estimulando intereses; 3) reforzamiento de la autoestima y personalidad
mediante la autorrealización, lo cual conlleva a una mejora del mundo afectivo y
emocional, creando sentimientos de aceptación, comunicación e integración del propio yo;
4) elaboración de pautas de conducta idóneas que faciliten la interacción y adaptación
interpersonal y social; 5) desarrollo de las capacidades intelectivas: imaginación,
creatividad, atención, memoria, comprensión de conceptos, observación, concentración,
agilidad mental, vivacidad, fantasía, reacción; 6) desarrollo de la atención y observación
de la realidad circundante, que le llevará a integrarla dentro de su propia experiencia e
intereses; 7) aumentar la confianza en sí mismo y la autoestima, para conseguir la
adaptación a su incapacidad física; 8) liberación de las pulsiones y energía reprimida, a
través del ritmo, para lograr un equilibrio personal; 9) establecer relaciones
interpersonales y abrir canales de comunicación; 10) integración y cohesión grupal; 11)
rehabilitar, socializar y reeducar a través de su participación activa o pasiva; y 12)
integración escolar y social al adquirir nuevos cauces de comunicación y fomentar las
relaciones sociales.
Metodología
Para desarrollar un programa de tratamiento acorde con las necesidades del niño o
adolescente es conveniente realizar una entrevista inicial con los padres o tutores y, si es
posible, con los maestros o profesores. Igualmente se rellenará una ficha
musicoterapéutica elaborada para este tratamiento y que será rellenada por padres y/o
alumnos, dependiendo de la edad. Es una ficha a través de la cual pretendemos conocer
su historia sonora, la modalidad de las relaciones vinculares, sus gustos musicales, sus
capacidades y cualquier otro aspecto que pueda parecer importante. Con estas fichas
realizamos el assessment o evaluación inicial, a través de la cual nos vamos marcando
unos objetivos generales y específicos (ya mencionados) que irán variando y
adaptándose en la implementación o realización de las sesiones de musicoterapia,
propiamente dichas. Tendremos en cuenta una “musicoterapia evolutiva” (Bruscia, 1997)
en la que se encauzan las necesidades educativas, pero también acompaña en la
realización de una amplia variedad de tareas evolutivas que puede hayan estado
retardadas o impedidas en algún período de la vida de la persona. De esta manera se
abordarían los obstáculos al crecimiento evolutivo en cualquier área, para lo cual será
necesario tener en cuenta todo el material autobiográfico familiar y todo su entorno,
emociones íntimas y desarrollo de la personalidad
Sería ideal poder tener sesiones individuales, en las que se trataría de aumentar o
incrementar los tiempos de conexión, así como tratar de manera específica una terapia
evolutiva como la anteriormente descrita, combinada con un abordaje grupal, en el que se
trabajaría la interacción, la integración, el compartir y todo lo referente al ámbito social.
Por supuesto, dentro de las actividades a realizar, se tendrán en cuenta los diagnósticos,
la edad, el número de componentes del grupo, las preferencias musicales de cada uno,
etc.
Evaluación
Los resultados no son homogéneos y dependen del diagnóstico y del grado del mismo.
Evidentemente, no podemos esperar la misma evolución ni adaptación a la música de un
niño con ceguera a un niño con autismo, pero, en términos generales, la acción
beneficiosa de la música podría resumirse en: 1) la música, como medio de expresión y
de comunicación, favorece el desarrollo emocional, mejora de un modo considerable las
percepciones y la motricidad de la persona, así como su afectividad; 2) favorece la
manifestación de tensiones, problemas, inquietudes, miedos, bloqueos, etc., aliviando y
disminuyendo la ansiedad; 3) al tratarse de un lenguaje específico, suscita una actividad,
mueve a la acción; 4) consigue mayor equilibrio psicofísico y emocional, así como una
comunicación a través del arte, siendo ésta más profunda que la palabra, al ser sentido;
5) las respuestas psicofisiológicas se registran en diferentes parámetros: encefalograma,
reflejo psicogalvánico, ritmo cardíaco, amplitud respiratoria, etc.; 6) los estímulos rítmicos
aumentan el rendimiento corporal, así como el riego sanguíneo cerebral; y 7) incluso los
niños considerados “más difíciles” (como los psicóticos) responden al estímulo musical
más que a cualquier otra clase de estímulo.
Hay que tener en cuenta que muchos de los aspectos que se evalúan se escriben en la
ficha musicoterapéutica, de la que hemos hablado anteriormente, y son los que tienen que
ver con las áreas corporales, de comunicación, emocional y de capacidades cognitivas,
además de la capacidad motora, la conexión, lo socioafectivo, los indicadores de la
percepción auditiva, las sensaciones emocionales y todo lo sonoro musical. En realidad,
cada musicoterapeuta, dependiendo de su estilo y del colectivo en el que trabaje, debe
elaborar su propia ficha de programación y evaluación con los ítems que considere más
oportunos para los aspectos que está trabajando.
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